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Las pequeñas cosas del trading

Las pequeñas cosas del trading

Empujado más por el desespero que por la confianza, habías dado ese primer paso y ahora veías algo que no te gustaba, escuchabas algo que no querías y sentías algo que te molestaba, pero ya era más de lo que habías visto, escuchado y sentido con anterioridad.

Habías puesto el vídeo durante una sesión entera de trading y habías grabado tu cara, tienes registradas tus palabras en el ordenador y veías tu entorno.

¿De qué manera una grabación de tu cara durante una sesión de mercado iba a aportar algo positivo? Si acaso deberías grabar la pantalla, la acción del precio, tus indicadores y tu sistema, o eso es lo que te habías dicho siempre, pero en esta ocasión decidiste hacer algo distinto, algo a lo que te habías resistido hasta el momento: grabaste tu cara durante una sesión de trading y ahora mirabas el vídeo, y dabas pena. Tu mirada asustaba, deprimía, estaba triste, apagada, gris, era evidente que no disfrutabas de lo que estabas haciendo, y transmitía muy poca confianza. En ningún caso hubieras hecho negocios contigo mismo, con esa persona que ahora veías trabajar, tu boca murmuraba cuando no gritaba a la pantalla, apretaba los dientes, maldecía, tu lenguaje no era ni sosegado, ni tranquilo, ni paciente, más bien parecías un loco desquiciado en un ataque de frustración, palabras malsonantes que no iban dirigidas a otra persona salvo a ti mismo, te estabas hablando con desprecio, te avergonzabas, te despreciabas.

Una lucha, eso era lo que aparentaba: una persona sufriendo por no fallar, que en el proceso se hacía perder, una persona asustada que huía de un supuesto ataque del precio, una persona que dudaba entre entrar o no entrar, entre proteger y no proteger, entre tomar beneficios o aguantar la salida, duda, temor, frustración y derrota.

Tu lenguaje era el de un perdedor y te hablabas faltándote al respeto, como no osarías hablar a un amigo, tu ironía no escondía esa intención hiriente para contigo mismo, los movimientos de tu boca, la mirada de enfado, y la tensión en tus puños, delatan tu sufrimiento. No te gusta lo que haces. No disfrutas del proceso. No estás contento con quién eres. 

Y tu entorno no transmite la necesaria serenidad, calma y sosiego. Desorden, caos, dejadez, ¿Cómo vas a cuidar tu entorno si no eres capaz de cuidar de ti mismo? ¿de donde va a salir el tiempo y la energía para hacer algo sobre el entorno si no encuentras ni tiempo ni energía para trabajar sobre ti mismo? Apenas si te da para realizar todo tu backtesting, para aprender y probar otros métodos, otros modelos, otros mercados, ¿perder el tiempo ordenando tu despacho? Vaya idiotez, por otro lado es verdad que duele a la vista ver esa dejadez, es cierto que en el fondo es un mensaje que te estás mandando a ti mismo, una mensaje que tu mente subconsciente registra: vives en el desorden, y tu imagen personal es la de un perdedor. No transmites confianza, pero es que estás trabajando desde casa. 

Tampoco es que tengas que reunirte con clientes, nadie va a juzgarte salvo tú mismo. ¿Acaso la idea que se esconde en esta propuesta es que tu eres un mensaje para ti mismo, que debes mejorar tanto tu entorno como tu imagen personal porque reflejan tu autoconcepto? Claro está que una persona de éxito no trabajaría en un despacho así, no esperas ir al puesto de trabajo de estos operadores a los que admiras y ver semejante desorden, tampoco esperas verles desarreglados, dejados y arrastrando los pies, ni esperas que su mirada sea la que ves ahora cuando repasas tu propio vídeo. Cuando empieces a ganar ya cambiarás tu entorno, tu forma de vestir, de arreglarse, tu tono de voz y tu mirada. ¿O será al revés? ¿Canta un pájaro porque está contento, o está contento porque canta?

Por otro lado, tampoco te costaría tanto cambiar las cosas: esos papeles pueden estar en su sitio, esos libros bien guardados, esos esquemas sobre los modelos de entrada que tienes por todo tu despacho podrían estar clasificados en un archivo o colgados de forma sistemática en una pared, la papelera podría estar vacía, todo lo que no utilizas guardado en su sitio, las cortinas abiertas para que entre la luz del día, la ventana renovando el aire que respiras. Eso son cosas menores, claro, eso no va a influir lo que consigues en el mercado. Son idioteces, pero tampoco te cuestan tanto ¿verdad?

Actúa con rectitud, si Dios existe te juzgará como una persona cabal y recta, y si no existe habrás tenido una vida recta. Estas palabras resuenan en tu mente.

¿Y esos pensamientos que te abrigas sobre ti mismo, ese lenguaje con el que te escuchas hablar cada vez que tomas una operación que no discurre como quieres, esas maldiciones, esos insultos, esas palabras de mofa y de menosprecio? Con el vídeo te das cuenta de la gravedad del asunto. No es que seas irónico contigo mismo, es que te estás maltratando, te desprecias, te tratas de inutil, o echas balones fuera y no asumes tu responsabilidad. Ni eres un imbécil por haber dudado en esa entrada que no se ajusta a tu modelo, y por lo tanto, aunque se haya desplazado de forma suave no debías de tomar, ni el mercado te está puteando. No hay ningún operador mirando lo que haces y yendo a buscar tus stops, esto es una estupidez: tus stops están en el lugar más evidente y por lo tanto forman parte de una bolsa de liquidez que va a ser explotada. Es tu responsabilidad mejorar tu forma de protejer tus entradas, pero no eres idiota por hacer eso ni el mercado tienen nada personal contigo.

Ver como te tratas te da un poco de vergüenza. No dejarías que tu pareja, familiares o amigos escucharan lo que sale de tu boca, no es lo que esperas de ti mismo, no es algo que vaya a ayudarte ni a hacerte mejor persona ni mejor trader, y no obstante, ese tipo de lenguaje lo has usado desde el principio mismo de tu sesión en el mercado. Ante una entrada positiva te has dicho que debías haber sacado más, ante una entrada negativa te has dicho que no debías haber participado… ante una entrada que no has tomado y que se ha movido con suavidad has dicho que tenías que haberte lanzado, sea lo que sea que hagas estás en contra de ti mismo.

No reconoces en tu lenguaje que el resultado no depende de ti, sino del mercado, que la varianza aparecerá y sucederá lo que deba suceder, que has gestionado adecuadamente el riesgo al salir donde establece tu sistema, no reconoces que si la operación ha sido negativa eso forma parte del juego pero que queda compensado con las ganancias que obtienes con las otras operaciones, no te felicitas por haberse mantenido fiel a tu trading plan y haberse abstenido de participar ante una ventana mal definida, no, te criticas, te metes caña, te insultas e insultas al mercado.

Y no te gusta, te avergüenza lo que escuchas, el tono que empleas, la agresividad que esconde tu lenguaje, la frustración y la ira apenas contenidas.

¿Pero qué harás? ¿Por haber visto un video vas a cambiar tus pensamientos? ¿Vas a tratarte con mayor respeto? ¿hablarás en otro tono tanto de ti mismo, como del mercado? ¿Qué lograrás con eso sino perder el tiempo? Una solemne estupidez, claro que, por otro lado, ni que sea por un tema de salud mental para contigo mismo, ni que sea por vergüenza ajena, ni que sea para que tus hijos no escuchen nunca una forma tan perniciosa de lenguaje, no te costaría tanto dejar a un lado los insultos, hablar contigo en un tono distinto, más afectuoso, más amable, al fin y al cabo haces lo que puedes, ¿verdad? Estás poniendo todo tu empeño, estás en tu propio equipo, deberías animarte, no atacarte, deberías reconocer tus esfuerzos y premiar todos tus avances. Has avanzado, es iluso pensar que estás en el mismo sitio después de tanto tiempo y esfuerzo, aunque desde el punto de vista de tus resultados no ganas lo que anhelas, desde el punto de vista de tu conocimiento y habilidades has dado pasos de gigante. No es correcto tratarte como si nada de todo este trabajo tuviera sentido.

Por otro lado, una forma más amable de tratarte también será mandando un mensaje a tu subconsciente, si comienzas a tratarte mejor también eso es una señal para pensar distinto sobre tus capacidades y talentos, sobre tus posibilidades, sobre lo que te es dado conseguir.

¿Puede ser verdad que si crees que no mereces el éxito harás lo que debas hacer para no conseguirlo? ¿Puede haber algo de cierto en que tus creencias sobre ti mismo y tus capacidades marcan tus resultados y tus logros? ¿No es magia, no es bubu, no son cuentos de vieja? Tu forma de hablar es un reflejo de tus pensamientos, son tus ideas puestas en palabras, lo que expresas es lo que está dentro de ti, en tu mente, si lo que sale es basura, bueno, tal vez eso sí te esté señalando. Si lo que te dices está barnizado de desprecio, tal vez sea una forma de poner un palo más en tus propias ruedas.

¿Si ganaste te tratarías así? ¿Si fueras consistente hablarías de ti mismo y del mercado en ese tono? Más bien no, te dices. Más bien tu lenguaje reflejaría el orgullo por tus logros, ahora te hablas mal y después te hablarías bien, pero ¿en qué momento se daría esa transición? ¿Después de tener éxito? ¿Una vez seas consistente cambiarás tu forma de hablarte? ¿Y si resulta que el desprecio que sientes por ti mismo es el obstáculo? ¿Y si resulta que es, justamente porque hablas mal de ti, porque no confías en tus posibilidades, en lo que haces o en quien eres que no logras lo que anhelas? ¿Puede ser? ¿Es posible que debas comenzar por algo tan sencillo como observar tus pensamientos y la forma como te hablas? ¿Es posible que cambie algo que sí está en tu mano, que depende totalmente de ti, desde un primer paso suficientemente potente como para engendrar una revolución en lo que logras?

No lo sabes, de hecho una parte de ti lo duda, pero hay otra parte en la que se ha abierto la grieta de la duda, desde la que entra la luz de la posibilidad. Al fin y al cabo ¿qué perderías con probarlo?

No te gustó ni lo que viste, ni lo que escuchaste, ni lo que sentiste. Una mirada apagada, tu ceño fruncido, la tensión en tu sien, una barba mal arreglada, una ropa dejada, un entorno caótico, el sentimiento de rabia, la ira apenas contenida, tus ganas de golpear algo, tus dientes apretados, y tus resultados de mierda, y por eso emprendiste la acción. Pequeñas cosas al comienzo, esos libros en su sitio, esa taza vacía en la cocina, ese cuadro mal colgado, el afeitado y un buen corte de pelo. Te gustabas más y tu entorno te lo reconocía. Más joven dijo tu familia. De insultar al mercado a respirar profundamente, de hablarte mal a reconocer tu progreso, pequeñas cosas como haber recogido la información de tu operativa, haber registrado tus entradas, y los motivos que había detrás, tus pensamientos, tus hipótesis. De menospreciar a comenzar a tener cierto afecto por tu esfuerzo, por esa parte de ti que nunca había dejado de luchar, que seguía empeñada en que lo lograses. Tu mirada había ganado brillo, ponías tu foco de atención en tu ceño y lo relajamos, retornaban a tu respiración una y otra vez, aflojando los puños, el cuello, la boca, dejabas que el aire entrase en tus pulmones y que al salir se llevase esa tensión tan largo tiempo acumulada.

Y de algo pequeño nació algo grande. Comenzaste a sentirte mejor contigo mismo, te centraste en el proceso, en los pasos, en lo que estaba en tu mano hacer. Dejaste a un lado el pensamiento supersticioso, la búsqueda de control, y te apoyaste en tus datos, en tu backtesting, en tu sistema. Al librarse de la necesidad de predecir pudiste poner tu esfuerzo en ejecutar con disciplina y manejar tu riesgo, y eso comenzó a dar sus frutos.

Desde un entorno ordenado, limpio y funcional te resultaba más sencillo mantenerte centrado y focalizado en tu desempeño. Con una imagen personal cuidada te estabas mandando un mensaje de respeto a ti mismo, un mensaje que se veía ahora en tu mirada, en tu cara, en la forma de hablarte y también en tus resultados.

Lo que decías en voz alta cuando estabas operando había cambiado, ya no era derrotista, e irresponsable sino más bien procedimental: he hecho esto ahora, si el precio hace X yo haré A, y si el precio hace Z me centraré en hacer B. En este escenario me desempeñaré así, y en este otro asá.

Y cuando el precio hacía lo que debía hacer y tú actúas acorde a tu plan te dabas una palmada emocional y reconocían lo único que estaba en tu mano, que habías hecho lo que recogía tu plan de trabajo, desapegado del resultado individual de tus operaciones analizabas tus resultados en bloques, conocedor de la varianza, esperando la ineludible expresión de la esperanza matemática que tenías a tu favor.

Y eso lo simplificó todo. Ya no estabas luchando en tu contra ni en contra del mercado. Ya no había lucha, había proceso. Te centras en lo que estaba en tu mano hacer, y te librabas de intentar controlar la marea. El precio hace X tu haces A, el precio hace Z, tu haces B.

¿Fueron tus resultados los que cambiaron tu mirada o fue el cambio en tu mirada lo que cambió tus resultados? ¿El hecho de comenzar a ganar de forma consistente mejoró tu humor y la forma como te hablaste, o el cambio en tu forma de hablar contigo y con el mercado mejoró tus resultados? ¿Ordenar tu entorno y cuidar tu imagen personal contribuyeron a que tu operativa fuese más sistemática y eficiente, o fue tu operativa más sistemática la que contribuyó a que cambiases tu entorno y tu imagen personal?

Ahora todo esto tomaba la forma de una reflexión filosófica, al fin y al cabo, ¿qué más daba qué había causado qué? El huevo era anterior a la gallina, eso lo sabías porque los peces nacen de huevos, pero ¿era relevante si tus resultados dependían de haber cambiado la relación que tenías contigo mismo? Ahora que estabas recorriendo el camino hacia la consistencia y que tu progreso parecía ineludible, ¿tenía sentido enfrascarse en ese tipo de debates? Tal vez sí, tal vez las pequeñas cosas son importantes, tal vez.